Los músicos de Bremen
Diviértete con el cuento de los músicos de Bremen de Cantajuego
Los músicos de Bremen
Diviértete con el cuento de los músicos de Bremen
Los músicos de Bremen
Había una vez un burro que trabajaba en una granja.
Cuando el burro se hizo viejo, su amo decidió llevarlo al matadero.
Pero el burro descubrió sus planes y escapó de la granja.
-¡Qué injusticia! He gastado toda mi vida y mis fuerzas al servicio del amo...
¡y mira cómo me lo agradece! -murmuraba el burro.
Entonces, pensó ir a la ciudad de Bremen para hacerse músico de la banda municipal.
Por el camino encontró a un perro de caza y le preguntó:
-Amigo, ¿por qué corres con la lengua fuera?
-Porque soy viejo y mi amo quiere matarme...
El burro escuchó todas las desgracias del perro y dijo:
-Compañero, vente conmigo a Bremen y nos haremos músicos de la banda municipal.
Yo tocaré la guitarra y tú el tambor.
Al cabo de un rato, el burro y el perro se encontraron con un gato.
-Compañero, ¿por qué estás triste? -le preguntaron.
-Como ya soy viejo, mi ama quería ahogarme. Por eso he escapado y ahora no sé cómo voy a ganarme la vida...
-No te preocupes -le dijeron-; tu historia es igual que la nuestra. Ven con nosotros, nos haremos músicos.
Un poco más adelante, el burro, el perro y el gato oyeron a un gallo que cantaba,
parecía que se iba a romper la garganta.
El gallo les dijo:
-¡Qué injusticia! Toda la vida he trabajado de despertador y mañana piensan echarme a la sopa...
Ahora, canto hasta desgañitarme mientras puedo.
Entonces, el burro le dijo:
-¿No tienes cerebro debajo de esa cresta? Vente con nosotros a Bremen.
Vamos a ser músicos de la banda municipal.
Pero la ciudad de Bremen estaba lejos y la noche se les echó encima a medio camino.
Los cuatro músicos decidieron pasar la noche junto a un árbol grueso.
El burro y el perro se quedaron bajo el árbol, el gato trepó a una rama
y el gallo se encaramó a la rama más alta.
Desde aquella altura, el gallo gritó:
-¡Se ve una luz a lo lejos...!
-Vamos allá, compañeros -dijo el burro-; seguro que es mejor posada que ésta.
Cuando llegaron a la casa, el burro se asomó a una ventana y dijo:
-Hay un grupo de bandidos sentados a la mesa. Tienen preparada una cena fastuosa.
Los animales, después de alguna discusión, prepararon un plan para echar a los bandidos.
El burro apoyó las patas delanteras en la ventana; el perro se puso encima del burro;
el gato se encaramó sobre el perro y el gallo, sobre la cabeza del gato.
A una señal, todos comenzaron su música: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba
y el gallo cantaba. Y, a una señal, todos se echaron sobre la ventana.
El cristal se rompió en mil pedazos y los bandidos gritaron asustados:
-¡Fantasmas! ¡La casa está embrujada!
Y todos huyeron aterrorizados al bosque.
Entonces, los cuatro músicos de Bremen se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de todos los alimentos.
Cuando terminaron de cenar, apagaron la luz y se acostaron.
Cuando los bandidos se tranquilizaron, el capitán mandó a uno que fuera a la casa para espiar.
El
bandido entró sin hacer ruido; al fondo de la habitación brillaban los
ojos del gato. El bandido pensó que era fuego y acercó una cerilla para
encender una vela.
Entonces, el gato se lanzó sobre él y le arañó la cara; en su huida tropezó con el perro
y éste le mordió en una pierna; finalmente, el burro le atizó una coz tremenda.
Cuando escapaba aterrorizado oyó cantar al gallo:
-¡Quiquiriqui!
El ladrón volvió junto a sus compañeros y les dijo:
-En la casa hay una bruja horrible. Nada más entrar me arañó la cara.
Luego, me agarró la pierna con unas tenazas y un monstruo negro y peludo me golpeó con una porra.
Cuando escapaba, un fantasma gritó: «¡Traédmelo aquí!»
A partir de aquel día, los bandidos no se atrevieron a volver a la casa
y los cuatro músicos de Bremen se quedaron en ella para siempre.
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